Mi amigo, incluso en los momentos en que apartas los ojos de Jesús, Él nunca quita sus ojos de ti. Y cuando clamas a Él, Él inmediatamente extenderá Su mano para agarrarte. No te hundirás.
Puede haber ocasiones en que no puedas encontrar el camino de regreso. Jesús entonces tomará tu mano y te llevará de regreso al bote. Y como Pedro, te darás cuenta de que con tu mano en la suya, ¡la tormenta se detendrá!
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